Si bien existieron debates sobre el lugar y fecha de nacimiento de Lola Mora, en la actualidad se reconoce que la artista vino al mundo el 17 de noviembre de 1866 en El Tala, provincia de Salta.
Su familia puede definirse como pudiente, con dinero y propiedades, aunque no de clase alta. Romualdo Mora era comerciante y hacendado y, siendo menor de edad, Lola pidió se le concediera el derecho de manejar los bienes de su padre, inmediatamente después de su muerte: una casa, una pulpería, un pequeño terreno y ganado. El pedido fue satisfecho, y el escrito fue firmado por Nicolás Avellaneda, quien por entonces era Defensor General de Menores del foro tucumano. (algunos dijeron en su biografía que era el abuelo o su ahijada)
Lola Mora entraría más adelante al negocio agrícola y su patrimonio crecería con la compra de numerosas propiedades en los alrededores. No obstante la posición económica que fue conquistando, la familia Mora no ocupaba un lugar privilegiado en la cerrada elite tucumana y eso se debió tal vez a que Regina Vega de Mora, madre de la artista y cuatro años mayor que su esposo, tenía un hijo natural del que se sabe poco y nada.
En 1887 llega a radicarse en Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci (1856-1922), quien fue profesor del Colegio Nacional, de la Escuela Normal y más adelante, de la Academia Provincial de Bellas Artes. Fueron los primeros pasos sistemáticos de Lola Mora en el arte. la joven le pidió lecciones y comenzó a tomar clases particulares con él a poco de su llegada a la provincia. Así, cuenta el pintor, comenzaría un trabajo disciplinado, abocado al dibujo y a la técnica del retrato, con inspiración en las escuelas neoclasicista y romántica italianas, de las que Lola Mora no se apartaría en toda su producción.
Su primer éxito fue la ambiciosa obra que presentó en una exposición en 1894 (a los 28 años de edad), con motivo del aniversario del 9 de julio. Consistía en una colección de 20 retratos de los gobernadores tucumanos desde 1853, realizados en carbonilla. Que la provincia le compra a 5000 pesos.
Su gran talento la llevó a Buenos Aires y más tarde a Roma, Italia, donde llegó becada por el gobierno argentino. La calidad de sus obras le dio fama en toda Europa. Y al presentarse a un concurso para un grupo escultórico en homenaje a la reina Victoria de Inglaterra, que habría de emplazarse en Australia, su proyecto se impuso con toda claridad. Pero cuando llegó el momento de iniciar la construcción, se le exigió abandonar la ciudadanía argentina y adoptar la australiana, ya que se trataba de un homenaje del pueblo de Australia. Lola no lo aceptó, y prefirió resignar el premio y la realización. También tomó la misma actitud cuando ganó el premio para el monumento al zar Alejandro I para San Petersburgo. Con esa actitud, dio muestras de ser una gran argentina.
En todas sus obras la artista manifestó una fuerza creadora, ardiente, transgresora, que escandalizó a una sociedad prejuiciosa, que no supo ver la calidad y la sensibilidad que en ellas expresaba. Algunas de sus obras fueron destrozadas antes de ser inauguradas y otras terminaron en un depósito municipal.
Paisajes, retratos, esculturas, todas obras de singular belleza: su talento y su infatigable inspiración han hecho de Lola Mora la primera mujer escultora del Rio de la Plata. El dolor y el ostracismo porteño no la amilanaron, siguió con entereza y pasión volcándose en su obra.
Cuando dejaba de lado la escultura, incurría en otros campos. Fue inventora y urbanista: en Roma, proyectó la construcción de su casa; en Buenos Aires, diseñó planos para el Primer Proyecto de Subterráneo y un túnel subfluvial, otro para el tránsito de tranvías y peatones; en Jujuy proyectó el trazado de calles; participó como contratista en el tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, (el tren de las nubes) en Salta. Fue pionera de la Minería Nacional, a los 60 años, viviendo en Salta, se dedicó a extraer aceites lubricantes de las montañas, para usarlo como combustible.
“El vestido singular que usa cuando va a esculpir no hace sino comprobar que es una mujer para sentir y un hombre para ejecutar”, (decían que usaba babuchas turcas, pero era el típico traje salteño, con bombachas como las de Los Chalchaleros) decía la revista Caras y Caretas (1903)
SU OBRA MÁS DISCUTIDA
La Fuente de las Nereidas (conocida popularmente como Fuente de Lola Mora) fue realizada en mármol de Carrara. En ella la diosa Venus está rodeada de su séquito de nereidas y tritones.
El pago de 25.000 pesos fuertes por la fuente genera un primer escándalo cuando se objeta la potestad del Intendente Municipal para autorizar dicho gasto.
El emplazamiento inicial fue en pleno centro porteño, la actual esquina de Avenida Leandro Alem y Presidente Perón. Fue inaugurada el 21 de mayo de 1903 con la asistencia del intendente y el ministro del interior Joaquín V. González. Lola Mora era la única mujer en el palco oficial.
Los desnudos de la escultura causaron un gran escándalo en la sociedad pacata de la época, lo que obligó a su traslado a los depósitos municipales.
En 1918, el urbanista Jean Claude Forestier, a cargo de las obras de la Costanera Sur, sugiere la mudanza de la escultura a su actual ubicación (que en ese momento era un lugar alejado).
Lola Mora se casó con Luis Hernandez Otero, veinte años menor, que la abandonó a los cinco años. Se le atribuyeron romances con Julio Argentino Roca, que era bisexual, que solo se casó para apagar rumores. A su muerte, sus sobrinas, quemaron todos sus papeles y cartas, con lo cual nada es comprobable.
Era una mujer con una idea clarísima sobre cómo vender su imagen. Quería ser la escultora de gran nivel y tenía una enorme seducción. Rompía absolutamente con las convenciones sociales de su tiempo. Jamás vivió como se suponía que debía vivir un artista. En Roma, donde sus colegas habitaban en buhardillas, comían en bodegones y carecían de dinero, ella se codeaba con la nobleza y comía en los mejores lugares. Jamás le importaron los críticos argentinos de arte, no tenía amigos artistas y se rodeaba sólo de la gente que encargaba y pagaba sus esculturas, que (fundamentalmente) era el gobierno.
El edificio donde tuvo su primer taller en Roma era soberbio. También lo era la casa que construyó, bajo su propia dirección, a dos cuadras de Via Veneto, la cual llamó la atención de la reina Elena, que pidió conocer a Lola.
Cuando el poder conservador se eclipsó, la vida artística de la escultora tucumana cayó en desgracia. Lejos de amilanarse, vendió todo y orientó su arrolladora energía hacia mejores empresas: el cine, la urbanización, la exploración de petróleo en Salta.
OTRA OBRA IMPORTANTE
Los dos colosales relieves, de dimensiones inusitadas -que hoy podemos admirar en el patio posterior de la Casa Histórica de Tucumán, representan los actos culminantes de la liberación argentina: La constitución de una junta de gobierno criolla en reemplazo del virrey español, del 25 de mayo de 1810, en el Cabildo de Buenos Aires, y la declaración de la Independencia, en Tucumán, el 9 de julio de 1816.
Tanto 1910 como los dos años siguientes resultaron complicados en materia laboral para Lola Mora, ya que sufrió numerosos inconvenientes para terminar las distintas obras que se le habían encargado, especialmente el Monumento a Avellaneda y el Monumento a la Bandera.
Entre todos estos problemas, la artista volvió a tener momentos de felicidad y reconocimiento con la inauguración del Monumento a Avellaneda. Dicha obra fue inaugurada el 8 de junio de 1913 en una ceremonia presidida por el presidente Roque Sáenz Peña, su vicepresidente Victorino de la Plaza y Julio A. Roca, entre otras destacadas figuras. Aunque ésta sería su última aparición pública de relevancia.
En este sentido, las circunstancias políticas imperantes no favorecieron a la artista. Con la inminente desaparición del orden conservador, los miembros opositores del Congreso demandaron que se retiraran las alegorías y las estatuas que Lola Mora había confeccionado para la fachada y el interior del edificio. El destino de estas obras fue diverso y en la actualidad se encuentran distribuidas en cinco provincias argentinas.(salta, tucuman, buenos aires, Santa fe, córdoba)
Hacia 1920 y alejada de la escultura, Lola Mora decidió experimentar con la tecnología del arte del momento: la cinematografía. A tal efecto, habría comprado al inventor italiano Domingo Ruggiano el sistema de “cinematografía a la luz” para intentar su perfeccionamiento y comercialización. El objetivo del dispositivo era hacer posible la proyección de películas a plena luz del día. Pero el experimento no pasó del ensayo y la iniciativa no fue tomada por las compañías cinematográficas.
Concluida esta etapa, Lola Mora retornó a Buenos Aires entre 1932 y 1933.Anecdóticamente, la última obra de Mora se encuentra muy cerca de la tierra que la vio nacer. Se trata de una lápida que realizó en piedra rústica con un sobrerrelieve destinado a la bóveda de Facundo Victoriano Zelarrayán, en el cementerio de la localidad del Tala.
En 1977 sus cenizas fueron llevadas para reposar definitivamente en la Casa de la Cultura de Tucumán.
Por sus trabajos gozó de reconocimiento internacional y recibió importantes premios en diferentes países.
OTRAS OBRAS
La Estatua de la Libertad y Belgrano y la Bandera Nacional, en el Monumento a la Bandera, en Rosario de Santa Fe. Monumento a Facundo Zuviría, en los Jardines de Lola Mora del Parque San Martín, en la ciudad de Salta, Su monumento a Aristóbulo del Valle, del que se conserva sólo el basamento en el Jardín Zoológico de la ciudad de Buenos Aires, fue destruido la noche previa a la inauguración en el Parque 3 de Febrero y otras obras se enviaron a diferentes provincias o quedaron abandonadas y olvidadas. En San Salvador de Jujuy actualmente están las obras esculpidas en mármol de Carrara: La Paz, La Libertad, El Progreso y La Justicia adornan los jardines de la Casa de Gobierno provincial de Jujuy desde 1924, estos trabajos se emplazaron originalmente en el Congreso de la Nación, en Buenos Aires, cuando el edificio fue inaugurado en 1906, pero las controversias políticas de los parlamentarios, más enfrentados con lo que Lola Mora representaba y con quienes habían encargado el trabajo, llevaron a trasladarlas de allí.
La obra de Lola Mora está vinculada a la lucha que debió librar contra los prejuicios que la descalificaban por el solo hecho de ser mujer y a las condiciones de perfección que se le exigían por la sola razón de haberse dedicado a una actividad destinada, en los comienzos del siglo XX, a los varones.
Ideales de Nación que la artista imaginó para nuestro país: Paz, Justicia, Libertad y Progreso. Sus obras nunca perderán vigencia ya que se hacen referencia a cualidades trascendentes para toda sociedad que quiera lograr el bien común.
LOLA MORA supo ser: En el mundo del arte y la cultura una clásicas; en lo social, una avanzada, y en lo empresarial, una visionaria.
El gran reconocimiento nacional llegó en noviembre de 1997, con el proyecto presentado por la diputada y profesora Fanny Ceballos de Marín ante el Congreso de la Nación, con lo cual se dispuso la institución del l7 de noviembre, día del nacimiento de Lola Mora, como Día Nacional del Escultor.
A su vez en 1996, el director de cine Javier Torre realizó su “Lola Mora”, su mejor película hasta el presente, y le dio a Leonor Benedetto el rol de su vida, asistida por un reparto de veteranos: Alberto de Mendoza, Víctor Laplace y China Zorrilla.
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